La visión es el órgano de los sentidos que más información aporta al ser humano. Más del 95% de los estímulos sensoriales que llegan al cerebro lo hacen por la vista. Por tanto, la pérdida de visión, a cualquier escala, supone una merma importante en la calidad de vida, educación y desarrollo vital de las personas afectadas por problemas de vista.
No es lo mismo que un paciente recién nacido tenga una visión deficiente que la desarrolle cuando es adulto o en la ancianidad. Los ciegos totales jóvenes se manejan muy bien y pueden llegar a desarrollar una actividad profesional, carrera o vida social prácticamente normal, puesto que tienen mecanismos compensatorios que establecen desde niños para equilibrar su sensorialidad, y con ello su vida. Muy distinto es el paciente de edad avanzada, cuyas capacidades de adaptación y neuroadaptación están disminuidas. Así, al quedarse ciegos o tener mala visión, presentan un gran sufrimiento, suponiendo una lacra, tanto para ellos mismos, como para familias y sociedad en general.
Por tanto, es imprescindible trabajar para prevenir aquellas dolencias que, pudiendo causar defectos visuales irreparables, tienen solución. Es aquí donde juega un papel fundamental la prevención de enfermedades que pueden causar déficit visual y que podemos estructurar en distintos niveles según sea niño, adulto o persona de tercera edad.
En la niñez es esencial realizar una exploración oftalmológica médica hacia los 6 años para detectar anomalías visuales que, como el ojo vago (ambliopía), todavía tienen tratamiento. Una detección precoz puede ayudar a detectar problemas oculares, tales como defectos de refracción, alergias o problemas congénitos que han podido pasar desapercibidos con un excelente pronóstico.
En cambio, en la edad adulta suele aparecer la presbicia, entre los 40 y 45 años, siendo ideal realizar un estudio completo médico que descarte que haya una elevación de la tensión ocular (glaucoma), problemas degenerativos en la retina, incipientes o anomalías de la córnea o del cristalino… Hoy en día sabemos que hay enfermedades como el queratocono, que es la deformidad de la córnea, que afectan a muchos más pacientes de los que hasta ahora se pensaba. Además, tiene tratamiento, que realizado precozmente, puede prevenir en la población la ceguera y un trasplante de córnea. Igual ocurre con el glaucoma, una de las principales causas de ceguera en el mundo occidental. Asimismo, las personas diabéticas deben tener especial cautela con sus problemas retinianos, puesto que tienen tratamiento cuando son diagnosticados precozmente, pero siguen siendo uno de los primeros motivos de ceguera en el mundo occidental.
En cuanto a la tercera edad, la aparición de cataratas ocurre a todas las personas, pero tiene solución en nuestro entorno social, no así en países subdesarrollados. La plaga más importante, por su difícil solución, es la degeneración macular senil, que se cobra un gran número de bajas laborales. Incluso personas ya jubiladas no pueden realizar una vida normal debido a una mala visión que les impide leer, conducir o usar un ordenador. La más grave de todas es la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), cuyo tratamiento es aún difícil. Pero diagnosticado con tiempo, puede evitar que progrese a etapas en las que hay gran pérdida de visión. Por lo general, el paciente acude al oftalmólogo cuando un ojo ya está muy mal y el otro es el que tiene posibilidades de recuperación. Todo paciente, operado con más de 60 años y que padezca una alteración de la visión con la sensación de ver líneas deformadas, debe acudir a su oftalmólogo.
Mención aparte merecen las cataratas y los defectos de refracción. Las cataratas tienen solución con una cirugía, que bien ejecutada y con una lente intraocular bien elegida por el cirujano oftalmólogo, puede hasta dejarles sin necesidad de usar gafas a cualquier distancia. No obstante, en los países en vías de desarrollo es la primera causa de ceguera trazable. La mayoría de los pacientes afectados por este tipo de ceguera, e incluso en otras áreas, tienen un gran déficit sanitario, como en China continental.
Sorprendentemente, la primera causa mundial de déficit visual moderado o severo son los defectos de la graduación sin corregir, es decir, la falta de acceso al uso de gafas. La llamada ’ceguera refractiva’ afecta en los países subdesarrollados a millones de niños y adultos que no pueden realizar su vida normal debido a que no llevan gafas. Esta lacra social está siendo en parte atendida mediante el uso de los autorefractómetros que permiten graduar a distancia al paciente, pero que lamentablemente no son todavía muy precisos. El problema a resolver entonces es la obtención de la gafa correspondiente. De este modo la donación de gafas por personas operadas de cirugía refractiva, o que han cambiado su graduación y quieren entregar sus antiguas gafas, es una gran labor, patrocinada especialmente por los Clubes de Leones. Con ello se aporta corrección óptica a los pacientes que más lo necesitan y que no tienen posibilidades de conseguir gafas, por no existir en su entorno o por carecer de medios para comprarlas.
En resumen, la oftalmología preventiva cobra un papel esencial en la actualidad para prevenir la ceguera y el déficit visual grave. La ceguera total afecta a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Estas personas no pueden ver ni la luz. No obstante, son muchos más los millones de pacientes afectados por otras patologías como: glaucoma con pérdida total o parcial de uno o dos ojos, patologías diabéticas, ojos vagos, pacientes que no pueden usar gafas pese a necesitarlas, con alteraciones como el ojo seco e infecciones invalidantes de la vista como el tracoma… Todas ellas merecen la atención de los poderes públicos internacionales para acometer, finalmente, un alivio de los mismos, así como para la sociedad y sus familias, pues muchas personas quedan incapacitadas o discapacitadas por esos mismos motivos.