La pandemia de la COVID-19 está afectando a nuestra población de un modo inesperadamente intenso y prolongado. Como consecuencia, afloran complicaciones oculares y se disipan temores sobre algunos de los problemas ocurridos al inicio, que finalmente, afectan a los cuidados de los ojos y a la cirugía ocular en estas circunstancias.
El ojo resulta un órgano diana para la COVID-19 puesto que los receptores de la enzina convertidora de la angiotensina se encuentran en la superficie de la conjuntiva. Aunque, sorprendentemente, no en la córnea. Es por ello que la conjuntiva supone un auténtico tejido ‘esponja’ para la absorción del coronavirus que puede penetrar a la persona a través de esta vía. Esto no ocurre en la córnea, que se muestra como escudo impenetrable al virus, por razones de sus receptores de superficie y su anatomía. De ello se desprende que las conjuntivitis en la COVID-19 han sido descritas con frecuencia de hasta un 30% de los casos y, por otra parte, el mismo paciente infectado puede trasmitir la COVID-19 por sus lágrimas. Y estas pueden transmitir el virus, como se ha demostrado en varios trabajos científicos.
En un estado más avanzado de la enfermedad -casos en los que hay una fenomenología inflamatoria severa (tormenta de citoquinas o tormenta inflamatoria)-, el paciente vuelva a tener el ojo rojo pero esta vez no hay virus en la lágrima, sino que se trata de una irritación conjuntival relacionada con la mala situación general del paciente. La irritación severa de los ojos en un paciente con signos de inflamación pulmonar constituye un signo de gravedad de la enfermedad.
Independientemente de estos hallazgos, otras estructuras del ojo han sido afectadas, pero de forma muy marginal. La infección del paciente es menos fácil si el paciente utiliza gafas, por lo que en ambientes en los que existe un alto riesgo de infección (especialmente hospitales, lugares donde existen enfermos en espacios cerrados como residencias de tercera edad, etc.) se recomienda el uso de gafas protectoras. Estudios realizados en China demuestran cómo la población que lleva gafas es infectada hasta con un 30% menos de frecuencia en comparación con con la que no lleva, lo que demuestra la eficacia de las gafas como medida preventiva.
El uso crónico de las mascarillas también afecta a los ojos. La proximidad de algunos modelos, que suben mucho y muy cerca del parpado inferior, ha provocado y provoca que el uso de gafas sea muy incómodo (es el momento ideal para llevar lentillas u operarse de la miopía o del defecto de refracción que padezca el paciente). Además, producen frecuentes blefaritis y aumentan la frecuencia del ojo seco. Estas patologías -de menor importancia- son muy incómodas y molestas, afectando a las personas en su lugar de trabajo, con la consiguiente limitación en su confort, que requiere cuidados. Usar lágrimas artificiales de adecuada composición y cremas hidratantes en los parpados inferiores, así como elegir una mascarilla que no se sitúe muy alta en la cara, resultan elementos de higiene ocular muy importantes. Y más ahora en la que afrontamos una larga etapa de uso, dada la evolución de la epidemia.
Finalmente, ¿qué importancia tiene hoy en día la epidemia de la COVID-19 para aquellos que quieren operarse los ojos? A efectos quirúrgicos, lo importante es que el quirófano sea seguro, lo que suele ser en todos los hospitales españoles. El paciente debe ser sometido a un triaje y estudio de su temperatura antes de entrar al mismo. En el caso de requerir intubación, o algún tipo de anestesia general, es obligado que presente un certificado PCR negativo realizado al menos 48 horas antes de la operación. Ya en el quirófano, los profesionales sanitarios tomarán las medidas necesarias y obligatorias por los protocolos COVID-19, que hoy día son de obligado cumplimiento para garantizar la seguridad de los propios sanitarios y de los pacientes que acuden a las clínicas. La cirugía ocular es segura siempre que se haga en un lugar que tenga un adecuado cumplimiento de las normas y garantice la protección de los sanitarios y los pacientes que trabajan con ellos, desde la entrada hasta la salida de la clínica.
El impacto ocular de la COVID-19 no es importante en este momento, ya que por fortuna, no deja secuelas oculares relevantes, más que las propias tras una conjuntivitis vírica. Las enfermedades son autolimitadas y las secuelas también. Es imprescindible que tengamos una concienciación preventiva de nuestros ojos, en tanto en cuanto no puedan ser contaminados; y en el caso de padecer la enfermedad, no contaminen a otros. El uso de medidas preventivas, el conocimiento de las manifestaciones oftalmológicas y normas de higiene, y la prudencia, son las mejores prácticas a seguir en este momento.
Cuídese de los ojos en esta pandemia.
Catedrático de Oftalmología de la Universidad Miguel Hernández
Vissum Instituto Oftalmológico de Alicante, Grupo Miranza